La pastora Araceli Peña, autora del libro Que tienes en tus manos, es una sierva de Dios cuya vida ha sido forjada desde la niñez con los valores del trabajo, la fe y la humildad.
Nacida en una familia de escasos recursos, creció rodeada del amor de su familia y de la protección de sus tres hermanos mayores, quienes la cuidaban como a una pequeña flor entre robustos troncos.
Su padre, aunque no tenía una gran educación académica, era un hombre sabio, temeroso de Dios y con gran destreza para los números.
Él le inculcó a ella y a sus hermanos el valor del esfuerzo diario, la responsabilidad y la integridad, enseñanzas que se convirtieron en el faro que guiaría su vida.
Desde muy pequeña, Araceli mostró una personalidad tímida pero firme, y un profundo amor por el aprendizaje.
A pesar de que de niña se consideraba un poco débil emocionalmente debido a su timidez, sus hermanos fueron sus guardianes y su refugio emocional y la enseñaron a ser fuerte y a confiar en ella misma.
Creció en una zona rural, con ganado, caballos y un extenso jardín pero sobre todo en un hogar donde el trabajo y el cariño eran pilares inquebrantables.
Su educación estuvo marcada por maestras que dejaron huella, como la señora Deysi Betaf, quien le enseñó el valor de trazarse metas con determinación, y la profesora Arafel, que transformó las matemáticas en una herramienta de discernimiento y orden interior.
Su materia favorita siempre fue la ciencia, pues despertaba en ella una pasión por la investigación y la comprensión profunda del mundo.
Su padre era un hombre estricto y celoso en su protección. Debido a ese entorno riguroso le permitió enfocarse en los estudios.
Descubrió el don de la escritura, que desde entonces se convirtió en su mayor sueño.
Hoy, ese anhelo ha dado fruto con la escritura y publicación de este libro.
La pastora Peña ha vivido pruebas duras, incluso dentro de la iglesia.
Sin embargo, fue precisamente en esos momentos donde sintió la presencia de Dios con más fuerza, lo cual hizo que se levantara como un águila para continuar firme en su fe en Jesucristo.
Su vida es testimonio de cómo la fe puede transformar el dolor en propósito, y las heridas en alas.
Cada año la pastora Araceli se propone un nuevo objetivo, guiada por la fe y la disciplina que su padre sembró en ella.
Ella cree profundamente que las metas son actos de obediencia y esperanza, y que nadie tiene derecho a minimizar a otro ser humano.
La familia, para Araceli, no es solo una estructura, sino un rol sagrado que se transmite con amor de generación en generación.
Hoy, como madre, abuela y sierva de Dios, Araceli Peña honra las raíces de su infancia, el legado de su familia y los valores eternos que aún la sostienen.
Su historia no es solo personal: es un llamado a la resiliencia, a la fe viva y a la gratitud por cada lección que la vida, con sencillez y verdad, le ha enseñado.
